Sin lugar a dudas, estamos en la época de las barbacoas, una actividad que es mucho más que hacer carne, pescado o verdura al calor de unas brasas. Es toda una filosofía. Desde decidir si va a ser mixta, llena de colesterol o vegana total, hasta el momento de la sobremesa, sin olvidar hacer la lista de la compra, muchos son los pasos que hay que dar. Y, el primero de todos, es tener la barbacoa.
Si disponemos en nuestra casa de un espacio donde instalarla, comienzan a surgir dudas. ¿La construimos de obra? ¿Nos conformamos con una portátil que podemos guardar en el trastero? Pues, todo depende del uso que le solamos dar, de la cantidad de gente que habitualmente acuda a nuestras barbacoas y, por supuesto, del espacio del que dispongamos para ello. Si tenemos la fortuna de contar con un amplio jardín, recomendamos la barbacoa fija o de obra. Se trata de una construcción realizada con materiales como el hormigón o el ladrillo visto. Tiene la ventaja de que, una vez realizada la obra, no hay que andar montando y desmontando nada. Ocupan bastante espacio, alrededor de 2 metros, aspecto que habrá que tener en cuenta. Y, ya que nos ponemos a construir, hagámoslo bien, y preparemos zona de trabajo, espacios para almacenamiento de leña o carbón, las pastillas…
Si por el contrario, tenemos un espacio reducido en nuestro jardín, o no se trata más que de una terraza, nos quedamos con el modelo portátil. Ya sean metálicas o de madera, de sobremesa o con ruedas, con tapa o sin ella, además de darnos la posibilidad de disfrutar de esta forma de degustar buenos productos, también las podemos transportar para usarlas fuera de casa, por supuesto, siempre en lugares autorizados.
Sean de obra o portátiles, su ubicación no debe ser cualquiera. Hay que tener en cuenta la dirección del viento, para que el humo pueda elevarse sin problema; podemos tener un árbol cerca, que nos aporte sombra y mitigue el calor que genera la barbacoa, pero lo suficientemente alejado como para que no haya peligro de que una llama prenda en sus ramas; y, cuanto más lejos de la casa y del espacio donde vamos a sentarnos y comer, mejor, para evitar que humo y olores entren en ella. En caso de ser portátil, el lugar sobre el que la coloquemos tiene que ser llano.
El tipo de fuego que queremos también nos genera dudas. Las de toda la vida son las de carbón o leña, sin olvidar las de gas y las más modernas, eléctricas. Las de gas son muy cómodas y las más indicadas si el espacio en el que la vamos a ubicar es cerrado, ya que no generan tanto humo como las de leña o carbón, y el fuego se puede regular con facilidad. Si todavía tienes dudas sobre si optar por este modelo, piensa que el gas es más duradero – y, por tanto, más económico- que la leña o el carbón.
Sin embargo, la reina de las barbacoas es la de carbón o leña. El sabor que aporta a los alimentos es fantástico y el olor a parrilla ya estimula las papilas gustativas incluso antes de empezar a comer.
Por el contrario, si queremos usar nuestra barbacoa tanto en exterior como en interior, la nuestra es la eléctrica. Solo necesitamos una conexión a la electricidad, además de ya encontrar en el mercado las que se pueden recargar y nos permiten llevarlas al campo cargadas de batería. Son más limpias y no desprenden humo.
Tener un amigo o un familiar al que le guste hacer barbacoa es todo un lujo. Vamos a disfrutar del placer de la carne o el pescado a la parrilla, sin preocuparnos del engorro de estar delante del fuego, y, además, nos facilita los regalos cuando se dan celebraciones. Pensemos en un buen juego de tenedores para trinchar, pinchos para la carne, las tenazas, los cuchillos, el cepillo y la paleta para limpiar la barbacoa…Porque no podemos olvidarnos de los complementos que siempre deben acompañar a un objeto como este.
Y, una vez que hemos terminado de cocinar, y antes de que se enfríe completamente, tenemos que limpiar la barbacoa. Comenzaremos por desmontar todos los elementos susceptibles de ello. La parrilla la lavaremos con un cepillo o estropajo metálico; si hay grasa persistente, podemos usar un producto quitagrasa, pulverizarlo y dejarlo actuar unos minutos, para después, pasar una esponja y secar bien con un paño. Si no vas a hacer una limpieza tan a fondo, bastará con pasar un cepillo metálico por la parrilla. En cualquier caso, y antes de realizar esta tarea, hay que retirar las cenizas, para evitar que, con el agua, se conviertan en barro. La mejor manera de hacerlo es quitarlas con un cepillo, recogerlas con una paleta y depositarlas en una bolsa que quede perfectamente cerrada y que no tenga ningún agujero por el que pueda escaparse. Para evitar que se genere mucha ceniza es recomendable poner solo la cantidad de carbón necesaria, incluso, un poco menos, y añadir el que vaya haciendo falta. Para apagar la barbacoa de carbón, no uses agua, porque genera mucho humo. Es mejor echar un poco de carbón que ahogue la llama. Ten mucho cuidado con el óxido, elimínalo en cuanto empiece a aparecer y, para evitarlo, entre otras cosas, guarda la barbacoa lejos de zonas húmedas. Y guardarla tapada es la mejor forma de mantenértela y poder disfrutar de ella durante varios años.