Tanto si vivimos solos como si pertenecemos un núcleo familiar o piso compartido, la organización es básica. En el primero de los casos solo habrá eso, organización de tareas. En los otros dos, además, deberemos distribuir el trabajo. Así se hará menos gravoso para todos, no añadiremos más estrés del que ya sufrimos y haremos de nuestro hogar un lugar donde nos apetezca estar por encima de todas las cosas.
La convivencia lleva a tener que coordinar en ocasiones dos estilos de vida totalmente opuestos, el del perfeccionista y el del caótico. Parecen irreconciliables pero con buena voluntad se puede conseguir.
Partamos de una base. Las tareas del hogar existen, hay que hacerlas, no son renunciables, y, además, vuelven de manera cíclica, cada día, cada semana…pero vuelven. Organicemos, pues nuestras agendas, para que afrontarlas no nos haga agobiarnos.
Comencemos por lo más sencillo. Aquellas tareas que debemos hacer a diario. Hacer las camas, recogerla cocina, ordenar el salón, recoger la ropa sucia, sacar la basura… Si hablamos de nuestra propia ropa, cada uno de nosotros debemos responsabilizarnos de guardarla al llegar a casa y dejar preparada la del día siguiente. Con este último truco evitaremos los nervios de la mañana, no saber qué ponernos y llegar tarde, con lo que empezaremos el día con mal pie. Incluso los más pequeños de la casa, en la medida de sus posibilidades, tienen que ir adquiriendo esta rutina. Por supuesto, ellos también, tienen que encargarse de recoger sus juguetes. Para facilitarles la tarea pondremos a su disposición cajas o lugares específicos donde poder guardarlos. Si los buscamos con decoración atractiva y nos inventamos algún juego, la tarea les resultará más divertida.
Si somos varios en casa podemos establecer, de manera semanal, a quién le va a corresponder hacer cada uno de estos trabajos. Podemos hacerlo teniendo en cuenta los horarios de trabajo. No es lo mismo quien sale de casa a las seis de la mañana que quien lo hace a las diez o quien desarrolla su jornada laboral en el hogar. Pero, en todos los casos, no vale “escaquearse”, todos tienen que aportar su grano de arena para lograr el orden y la limpieza en el hogar. Y es muy importante, fundamental, que todos asumamos esa responsabilidad, para que no haya que estar recordándonos que “hoy te toca a ti”.
Podemos establecer un calendario. Por ejemplo, lunes, dormitorio principal; martes dormitorio de los niños; miércoles, salón; jueves plancha; viernes cocina…El fin de semana podemos aprovecharlo para hacer una limpieza más general y preparar comida para toda la semana.
Precisamente en este punto también es bueno hacerlo de manera colaborativa. El menú podemos establecerlo de manera semanal, que sea equilibrado y sano, que combine alimentos en el almuerzo y en la cena.
Los pequeños arreglos del hogar, desde cambiar una bombilla hasta coser un botón, también podemos realizarlos entre todos. Salvo que sea algo de vital importancia que no podamos aparcarlo más de diez minutos, podemos dedicar un momento determinado de la semana –alguna tarde, por ejemplo- a realizarlos todos, y todos juntos.
Hacer la compra puede ser divertido. Desde hacer la lista, ya sea con una libreta en la cocina, o una pizarra en el frigorífico, hasta que llegamos a casa con todas las bolsas, cada uno de los miembros del hogar podemos aportar. Pero ahí no queda todo. Hay que guardarlo y almacenarlo con cierto sentido. Lo que se usa con más habitualidad, más cerca y de fácil acceso. Lo demás puede situarse en lugares más elevados. ¿Queremos divertirnos? Hagamos una cadena para ubicar cada cosa en su sitio.
Seguro que tenemos una habitación a la que tememos entrar. La podemos llamar leonera, habitación del pánico o cuarto de los horrores. Pero en todos los casos tienen un denominador común, el absoluto desorden que nos impide ya no solo limpiarla sino, en algunos casos, llegar a traspasar la puerta. Ante todo, calma. No queramos hacerlo todo en el mismo momento y en poco tiempo. Seamos realistas y comencemos por el principio. Si disponemos solo de pequeños ratos cada tarde, invirtámoslos en lograr recuperar esa habitación. Empezaremos por sacar todo lo que no pertenece a ese cuarto y, por supuesto, lo llevaremos a su lugar ordenado. Después busquemos el sitio que le corresponde a cada cosa dentro de esa habitación. Si no disponemos de ello, creémoslo. Estanterías, cajas organizativas, baldas…En el mercado encontramos multitud de organizadores que nos ayudarán a poner cada cosa en su sitio. Lo último será limpiar. Cristales, polvo, suelo…En dos o tres días habremos logrado volver a tener a nuestra disposición esa habitación. Ahora, dependerá de todos, mantenerla.
Para terminar. Seguro que en nuestro mueble de limpieza tenemos multitud de productos. Necesariamente no tiene que ser así. A veces menos es más y se trata de tener lo necesario o bien saber utilizar pequeños trucos como hervir en agua un chorrito de zumo de limón en el microondas para limpiarlo, usar vinagre para eliminar manchas, limpiar el espejo del baño con espuma de afeitar o hervir en una olla con agua y cáscaras de naranja y limón justo después de cocinar para eliminar malos olores, para que nuestro hogar luzca limpio.
En cualquier caso, siempre es básica la organización y, por supuesto, no olvidar que vivimos comunidad. Así que a poner todos de nuestra parte y juntar hombro con hombro. Esto y una sonrisa, harán de nuestra casa un hogar feliz.