El verano implica tiempo para disfrutar, pasar el tiempo ociosamente y descansar. Si lo que se hace mayoritariamente implica las dos primeras situaciones, seguramente las personas estén haciendo uso de un aliado perfecto: las piscinas. Porque estos lugares son la alternativa perfecta a la playa, suelen estar ubicadas en sitios cómodos y agradables y para los más escrupulosos les evitan tener sal y arena en la piel que proporciona una playa.
Pero las piscinas, sobre todo las privadas, tienen un gran punto negativo contra las playas: no se mantienen solas. Mientras que la arena y el mar se entienden a la perfección y suelen estar en estado óptimo -si los bañistas las respetan y no las contaminan-, no sucede lo mismo con las piscinas si no le damos un tratamiento adecuado a lo que requieren.
Para tener una piscina correctamente, basta con seguir una serie de pasos que, por sencillos, no dejan de ser importantes. Todos ellos nos reportarán un beneficio para su uso que será del todo satisfactorio para los bañistas y amantes de esta clase de lugares con los que combatir el calor que suele hacer acto de presencia en verano.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que, aunque las piscinas se suelan utilizar cuando hace calor -es decir, entre finales de la primavera y comienzos del otoño-, eso no implica que no se deban llevar a cabo cuidados durante todo el año. Porque una piscina puede acumular males incluso en invierno cuando su uso es prácticamente nulo. Por eso, antes de poner en marcha una piscina, lo primero que hay que observar es su estado estructural.
Cualquier rotura del pavimento o del sistema de filtrado de agua puede suponer que tengamos que hacer un gasto extraordinario si no lo revisamos a tiempo. Por ello, lo recomendable es empezar por inspeccionar la piscina de manera visual y no centrarnos solo en el agua sino en todo lo que rodea a esta infraestructura.
Lo segundo que hay que hacer, si ya tenemos claro que la piscina no está “rota”, es limpiarla. Para este segundo paso hay varios métodos. Todos ellos se resumen en dos grandes grupos: manual o automático. Mientras que el primero supone que tendrá que ser el propietario o el cuidador de la piscina el que utilice medios propios para limpiar la suciedad en superficie y en el fondo, el segundo es más práctico, pero también más caro.
Hay máquinas que se dedican a filtrar la suciedad y limpiafondos que efectivamente mantienen el suelo de la piscina en una estado perfecto y alejado de cualquier tipo de suciedad. No obstante, en ambos casos, es recomendable contar con una depuradora que facilite la tarea de limpiar el agua aunque nuestra aportación sea sobre todo manual.
La depuradora se puede romper al igual que la piscina en sí. Por eso, como el primer consejo, ese es aplicable a la propia depuradora. Es muy interesante (y casi obligatorio) vigilar que esta funcione correctamente y una vez confirmado llevar a cabo un proceso de filtrado de la misma para eliminar las impurezas que se han quedado en ella con el paso del tiempo.
Los productos químicos a utilizar en nuestra piscina son muy importantes. Desinfectantes y cloros deben ser utilizados siguiendo las instrucciones para evitar males por exceso o defecto de los mismos. Además, se debe tener en cuenta que la degradación del agua de la piscina empieza a producirse sobre todo cuando la temperatura externa comienza a superar los 20 grados.
También durante el invierno, si la piscina no está correctamente tapada, las lluvias y tormentas habrán hecho su efecto en el agua de la piscina que podría enturbiarse y desarrollar problemas que no se solucionan si no se tiene la piscina correctamente adecuada a las necesidades del lugar en el que está.
Los químicos a los que hacemos referencia suponen que diariamente se ha de echar cloro en nuestra piscina. Con ello, debemos tratar de hacer que el ph del agua esté sobre el 7%. Algo que puede disminuir si ha llovido por lo que en esos casos no es mala idea echar una dosis extra de cloro.
Además de todo lo anterior, la piscina también tiene que tener seguridad activa y pasiva para todos. Un botiquín de primeros auxilios nunca es mala idea aunque sea nuestra piscina privada como tampoco lo es colocar algo que rodee la piscina cuando no se está utilizando para evitar que los más pequeños puedan caer accidentalmente en ella.
Por último y no menos importante, siempre que sea posible, hay que tapar la piscina. Porque en verano evitaremos que el calor evapore el agua y haya que utilizar más con el gasto de energía y dinero que eso supone, y porque en invierno salva el agua de ensuciarse o contaminarse. Porque sí, las piscinas, pueden seguir llenas cuando Papá Noel venga a visitarnos si sabemos cómo cuidarlas de manera correcta.
Álvaro López