Con la bajada de las temperaturas la manta se convierte en un elemento tan decorativo como práctico, imprescindible en nuestro hogar. Se convierte en casi obligatorio durante el otoño-invierno tenerla siempre a mano ya sea en el sofá, a los pies de la cama sobre el nórdico o edredón, en la cuna del bebé o cubriendo una chaiselonge en un rincón de lectura.
Qué puede haber mejor en un gélido día que disfrutar de una película acurrucados bajo ella, dar una cabezadita calentitos en la sobremesa, o tener las piernas bien arropadas mientras nos sumergimos en un libros. Estos son algunos de los grandes placeres que la manta ofrece en las estaciones frías. Y si somos frioleros, y dependiendo de su textura, nos acompañará prácticamente durante todo el año, ya se sabe, por si refresca.
Junto al resto de textiles, como cortinas, cojines o alfombras, ofrecen multitud de posibilidades para completar la decoración de la estancia donde la coloquemos. Si optamos por un diseño atrevido podemos dar un toque diferente o contribuir a renovar un ambiente clásico.
Las de pelo aportarán elegancia, distinción, y sofisticación. Mientras que las tradicionales de cuadros son más adecuadas para ambientes rústicos. De estilo navajo o de ochos, darán colorido y personalidad, mientras que las de patchwork, lana y crochet funcionarán mejor en ambientes shabby chic y vintage.
Las encontraremos en distintos tamaños, tejidos y precios. Desde más ligeras en materiales sintéticos y lavables, a otro naturales más costosos pero de suavidad y tacto envidiables. Y si somos un poco habilidosos o habilidosas, también podemos optar por poner a punto las agujas y tejer nuestra propia manta. Atrévete y no temas mezclar y romper la linealidad de tu sofá con este cálido y confortable complemento.
(Fotos vía Pinterest; facilísimo.com)